miércoles, 15 de febrero de 2012

Amaneceres. Algunos oscuros, donde los rayos de luz no pueden asomarse frente a tu ventana y despertarte por culpa de las nubes opacas que se encuentran frente al sol, tapando la claridad que este te aporta al miraros cara a cara. Otros, en cambio, son nítidos como el agua cristalina de una playa vírgen, de manera que te sientes alegre y dispuesta a levantarte, mirar hacia la ventana y sentirte única. Pero, solo hay un amanecer que es verdaderamente armonioso y radiante, donde los rayos de luz que percibes ante la hermosa estrella ardiente no deja que la veas tal como está, desnuda ante el universo pero rodeada de humanidad que le agradece su presencia ante los días oscuros. Es él quien te busca, quien te encuentra, quien te mira a los ojos trasmitiendote millones de sentimientos que tú no puedes entender pero sabes que él está ahí curioseando tu despertar porque no quiere más que verte y mirar tus ojos rasgados de aver estado durmiendo horas, quiere mirarte aportándote claridad y alegría nada más asomarte a la ventana.
Tal vez ese amanecer ya tenga nombre

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